viernes, 23 de julio de 2010

Respuesta ante un acto de Discriminación

Señora:

La discriminación existe en tanto y cuanto alguien se siente discriminado… Eso fue lo que usted me hizo sentir el viernes cuando me llamó por teléfono a mi casa para externarme: “Su situación es un problema, yo no la puedo seguir teniendo en mis planillas porque la CCSS le declaró una invalidez permanente” (el encomillado es mío) lo pongo textual porque cada letra de esas palabras -las que motivé me repitiera 3 veces- me resuenan, retumban y perturban.

Antes de continuar quiero explicarle que omitiré su nombre, el de la compañera que la acompañaba durante la llamada telefónica en “speaker” (según lo que Usted me explicó), el nombre de la organización y los nombres de las diferentes personas a cuales puedo hacer mención; esto por cuanto publicitaré este texto en mi blog, y en las redes sociales en las cuales tengo perfil como son: Ticoblogger, Twitter y Facebook.

Es importante que aclare, que quizás mis palabras le sonarán fuertes, pero no omitiré expresarme ya que es así como me hizo sentir en esa comunicación, tampoco obviaré ninguna letra sobre cómo me siento en estos momentos.

Soy conciente y subrayo en forma muy especial, que sus palabras no fueron, son y menos serán el sentimiento de la cultura organizacional de mi adorado centro de trabajo. Y estoy segura que están muy lejos de ser el pensamiento de mi Jefa directa la Directora Ejecutiva, de mis compañeros de trabajo y de la Junta Administrativa. Sé que Usted tiene muy poco tiempo de laborar para la organización y está empezando a empaparse de esa “cultura organizacional”, la cual nos convierte no solo en una ONG que se debe a familias de escasos recursos, con las cuales construimos esperanzas, sino que nuestra labor diaria, tan llena de satisfacciones, nos convierte a cada un@ de los funcionari@s en personas especiales cargadas de esa sensibilidad que es el motivador de nuestras labores. Por ello es que se ha dado el gran espíritu de colaboración cuando alguno de l@s funcionari@s hemos sufrido percances en nuestra salud y en diferentes situaciones familiares; literalmente nos hemos volcado como familia en actividades y experiencias de vida para ayudar a palear dichas situaciones.

Dios se vale de múltiples situaciones para hacerlo superar a una los tragos amargos y creo que es tiempo de iniciar mi camino de aceptación y superación, ahora que mis capacidades físicas son diferentes. Y con su llamada no se ha hecho la excepción.

Por eso, he querido elevar mi voz como requisito previo, sine qua non, para que se considere el fenómeno y, en mi caso, para allegar los oportunos remedios y desde luego convertirme en un soldado más en cualquier batalla en contra de todo rasgo discriminatorio, por lo cual, agradezco a Dios esta oportunidad y lo hago con las herramientas que me ha dado: la palabra convertida en letra y la tecnología a la cual tengo acceso.

No quiero entrar en los detalles sobre los sucesos que desencadenaron la declaratoria de “invalidez permanente” con que se me calificó por parte del órgano colegiado competente. No viene al caso. Porque sí, mis capacidades son diferentes ahora, pero no he dejado de ser la misma persona, lejos de ello me he convertido en mejor persona, la motora de mis miembros inferiores es diferente ahora, pero me maravillo como he logrado adaptarme y he aprendido que la naturaleza lo prepara a una hasta para “sortear” los obstáculos físicos de infraestructura del país. La movilidad no es con la agilidad y sin el dolor de antes, pero lo hago rodeada del amor de mis hijas, familia y amigos que están ahí para darme una mano cuando lo requiero.

Le confieso que lo que si me está costando sobrellevar es la discriminación verbal, la cual se da por el miedo, el desconocimiento y hasta el rechazo de quién me discrimina. Ni el dolor anterior, ni posterior a la operación, ni el impacto de saberme con capacidades diferentes, ni la imposibilidad de pensionarme “por invalidez”, dado el bajo monto en que quedará mi pensión, por el tiempo que he estado incapacitada (asunto que tampoco viene al caso mencionar y ha sido el punto que motivó la declaratoria de “invalidez permanente”), me han causado tanto estupor y desesperanza, como su comentario, anotado textualmente en el primer párrafo.

Desde luego, sé que su “temor de tenerme en planillas por mi discapacidad” (una de las interpretaciones que le doy a su comentario) es infundado, ya que usted ha obviado que estoy incapacitada por médicos especialistas de la CCSS y que la respectiva boleta de incapacidad la entregué oportunamente en RRHH y la misma es el documento probatorio; valga decir que es el único documento que el centro médico emite con el propósito de que el empleador conozca de la incapacidad médica.

La certificación que Usted me solicitó para “probarle” que estoy incapacitada, no la entregan ya que para ello se emite la boleta de incapacidad con un número consecutivo, firmas y sellos tanto de los médicos especialistas que extienden la misma, como del Director médico de Hospital emisor; y en honor y en consecuencia con mis sentimientos y derechos, le digo que la carga de la prueba no debe recaer en mi.

Ante esta circunstancia me veo en la obligación moral, social y personal de erradicar las murallas con que me vaya encontrando en este nuevo camino que estoy empezando a recorrer, y no será está, ni ninguna otra, la situación que me impida “dibujar con letras mis pensamientos”. Es un reto que tomo con valentía, es la bandera que levantaré con orgullo y mis palabras serán el arma que empuñaré en cualquier frente de las batallas que día a día debemos fraguar los que tenemos capacidades diferentes.

Usted no ha tenido la ocasión de conocerme ni como persona ni como trabajadora (yo tampoco a Usted), pero quizás mi jefa inmediata la Directora Ejecutiva o cualquier compañero, pudiera contarle sobre mi. Y tenga por seguro que cuando vuelva a servir a la organización, me entregaré profesional y personalmente a mis responsabilidades y trataré de aportar más de lo que se me encomiende tal y como ha sido la tónica de mi actuar.

Y para concluir, este relato no lo tome personal, lo dirijo a Usted, por las circunstancias dadas, pero bien puede ser dirigido a esas personas que he venido encontrándome (y que desdichadamente me seguiré encontrando), las cuales carecen de cierta sensibilidad para dar tratamiento a casos como el mío y desconocen la Ley 7600 y los tratados y mandamientos de la Comisión de Derechos Humanos. También puede ser firmada por cualquier ser humano que se sienta discriminado en razón de su raza, religión o como en mi caso, tenga una discapacidad.

Con las muestras de mi consideración,