domingo, 9 de noviembre de 2008

Quisiera: Amar...

...garles la existencia a los que trazan sólo líneas rectas en sus conductas, a los que sólo se preocupan de ganar dinero a manos llenas y que critican a quienes, como las aves, sólo proyectan sus próximas veinticuatro horas, a los intolerantes que no soportan que se les toque pero que tienen sus lenguas prestas para criticar y descalificar lo que se les viene en gana, a los que se creen todopoderosos y sin embargo atiborran sus alacenas de papel higiénico, a los que detestan a quienes escriben poemas por considerar esto una pérdida de tiempo, a los que lo etiquetan todo, a los profesores de matemáticas, a los de química y física, a todos los hombres que esperan que yo actúe como todas las mujeres, a las mujeres que esperan que yo sea toda una mujer, a mi misma que no se como actúa una verdadera mujer, a los que la tratan a una de perdedora y que en sus casas no tienen ningún trofeo que mostrar, a los que lo miran a una, como si fuese una extraterrestre porque no está pendiente de la casa, a mi ex-esposo que le hubiese gustado verme detrás suyo y a mis enemigos que no quieren verme ni en pintura, a los que dictan leyes para los demás, no para ellos, a los que me quieren vender seguros... a ellos y a tantos otros con los que me topo a diario, les repito quisiera: amar…garles su existencia...

Por favor, por favor: leánme!!!

Me sale más fácil escribir que decir, me atemorizan esas expresiones inescrutables que se dibujan a menudo en algunos rostros y que hacen que mis palabras se alboroten, mi discurso se disgregue y cuando acudo presurosa a ese diccionario que atesoro en mi cabeza y que es muy reducido por lo demás, él, el muy miserable, me oculta a propósito los verbos, me pone a disposición una infinidad de puntos suspensivos que yo transformo en interminables silencios, luego me arremolina las consonantes, me envía ráfagas de signos que proceso como tartamudeos y cuando mi interlocutor ya se ha marchado, el muy infame abre sus puertas de par en par para que a mi antojo encuentre esas palabras que tanto necesité un rato antes.

Entonces me nace la duda. ¿Será preciso que cuando dialogue con terceras personas, me provea de una pizarra, de un "pilot" y mantenga el hilo de la conversación, de espaldas a ellos y escribiendo de este modo sin mayores perturbaciones? ¿O acaso será una buena solución cubrir sus rostros con una capucha, conversar con ellos en una pieza completamente a oscuras o tal vez acudir a los confesionarios, allí donde la semipenumbra invita a que las faltas se deslicen desde la lengua de los pecadores como si esta fuese un pulido tobogán?

Por eso les pido que me lean, sólo deseo expresarme con la ligereza de mis dedos, sin mover un músculo de mi boca, adivinar el efecto que causan en ustedes mis palabras.

Léanme sin cuidado, los mundos de fantasía que recreo son reales en mi imaginación, me arropan, me acompañan, están conmigo sobrevolando en mi cotidianidad y aposentados con paso firme en mis sueños. Léanme, léanme por favor.