viernes, 7 de noviembre de 2008

SOLO ME FALTAS: VOS!


Existe un punto que no viene en los libros de geografía, una coordenada precisa a la que no pueden acceder los satélites, un meridiano que no aparece reflejado en carta náutica alguna. Es un epicentro silencioso y mágico donde nacen las olas, donde se crean, donde adquieren vida y al que nunca regresan. Su viaje es sólo de ida –si es que en realidad no lo son todos los viajes–.
Siempre me he preguntado cómo será ese lugar, si habrá algo que lo distinga: una especie de aura peculiar o una serenidad monástica en la que el tiempo y el espacio sean una misma cosa. No lo sé.
Lo cierto es que existe una musicalidad en el oleaje que me fascina, que me atrae irremediablemente, tal vez sea porque es la primera voz que escuchó la vida. Ésta recibió en él su primera caricia, su primer susurro y, quién lo duda, su primer beso. El tiempo no tiene memoria, pero la vida es, en cierto modo, únicamente recuerdos.
El lenguaje del mar es el abecedario de nuestros sueños, la rima libre y salvaje de la ensoñación y del espíritu. Hay algo líquido en nuestras esperanzas, un magma candente y torrencial que tiene la salinidad de mar abierto. Su garganta está poblada de espumas y su lengua es el estallido sonoro al llegar a la orilla. Tiene la belleza de un alfabeto inmemorial, la trascendencia de ser nuestro primer idioma.
Estoy sentada frente al Mar, que es como decir que estoy sentada frente a mí misma. La luz se refleja y lo inunda todo doblemente. Es hermosa esta claridad, este lienzo de trazos luminosos y cercanos. No sé por qué, pero intuyo que el paisaje de mi alma ha de ser como éste: un inmenso espacio abierto salpicado de gaviotas. Un horizonte de agua donde zambullir el corazón y la certeza.
Un espacio, por supuesto, donde cabemos todos, donde necesariamente tendremos que regresar todos. Me pregunto si todas las etiquetas que nos hemos puesto los unos a los otros tienen algún sentido en realidad. Si toda esa maraña de sinrazones que hemos construido para la exclusión de los que más nos necesitan, para el olvido selectivo de lo que son –o debieran ser– compromisos esenciales del hombre con el hombre, no es más que el recurso de una sociedad por escapar de todo aquello que le recuerde su fracaso. Una escapatoria vana porque no se puede huir de los fantasmas si no los hacemos propios. Y me ronda la certeza de si esa diferencia que nos convierte en unidades no es al mismo tiempo el nexo de unión necesario que nos transmuta en algo mucho más amplio, en piezas –que tienen su lugar y son irremplazables– de un rompecabezas que se llama Humanidad. Que está incompleto, si falta –como hasta ahora en mi círculo una de ellas: Vos.

3 comentarios:

Palas dijo...

Un pensamiento sin duda bien dibujado...

Por cierto bello paisaje de tu alma...

saludos!!

Anónimo dijo...

Me parece un análisis introspectivo y profundo.
Me gusto...me gusto...!
Gracias por compartirlo.

William

Alejandro C. Trejos C. dijo...

El amor es un estado alterado de la conciencia.... Y que hermoso escribes