Siempre he sido una gran observadora, no por gusto sino que, más bien, es algo que tengo incorporado, como una parte más de mi personalidad y eso se ha agudizado en el trabajo, quizás por la variedad de individuos que son pura sorpresa cotidiana.
Entre muchas otras cosas lo que más llama mi atención es la costumbre que tiene la mayoría de cerrar puertas, literalmente hablando, claro.
He descubierto que, si la dejo abierta, siete de cada diez personas cierran mi puerta de entrada.
Este cálculo es aproximado, las estadísticas nunca han sido mi fuerte, sólo me interesa mostrar la conducta de la mayoría.
Esta actitud me lleva a pensar en los motivos, en el porqué de esa costumbre, en si, así como cierran las puertas de mi trabajo, también cierran las puertas o ventanas internas, los caminos que llevan a conocerse, integrarse a compartir.
¿Será que ellos mismos se cierran? ¿Ser uno es tan complicado o tan malo que por eso tienden a no mostrarse?
Desde la infancia se nos educa para ser iguales, para comportarse como caballeros, como damas... He escuchado más de una vez “mirá como se porta Anita”, “tenés que ser como tu hermana mayor”, “seguí los ejemplos” y así millones de frases que desembocan en lo mismo: igualar.
Las modas están hechas para eso, no ponerse lo que se usa es una “vergüenza” como también lo es no escuchar cierta música o cualquier otra cosa que la sociedad imponga.
Al distinto se le señala, se le margina, y tal vez por eso, con los años, uno empieza a cerrar puertas, a “guardarse”.
Puede que el motivo sea otro, vivimos en un momento difícil donde los secuestros y las violaciones están a la orden del día, con casas que parecen cárceles por tanta reja, condenados casi a salir en ciertos horarios, a evitar ciertas calles, a mirar para todos lados esquivando a las personas que nos son desconocidas. Esa es otra manera de cerrarse, sin que podamos evitarlo, las circunstancias obligan.
De una u otra manera el motivo siempre es el mismo: El miedo. Miedo a ser censurados por distintos, miedo a ser presa de la brutalidad que nos rodea. Él nos modela, nos educa, nos hace crecer bajo su ala fingiendo ser un gran padre que nos protege, y lo único que hace es crear seres parecidos que reniegan de su espontaneidad y le ponen candado.
No quiero formar parte de ese club, no me gustan los cerrojos así que abro mis puertas, me muestro como soy, corriendo el riesgo de lo que significa. Y puede que alguna vez, con mi forma de pensar, traicione a todos los que me educaron y me educan en cada paso, pero no me arrepiento: prefiero estar con la tranquilidad que llega cuando uno no se traiciona a sí mismo.
5 comentarios:
"prefiero estar con la tranquilidad que llega cuando uno no se traiciona a sí mismo."
Bello!!!!!! clap clap clap clap!!!
muy bello blog!
Sí, el miedo a no ser aceptados como somos, hace que muchos consideremos dejar de ser como nos gusta ser.
En mi caso, me gusta ser como soy. No me imagino actuando de formas diferentes a las que me caracterizan. Y en mi forma de ser casi siempre no pongo cerrojos. Y digo casi siempre porque a veces considero que para ciertas cosas es lo mejor. Pero en mi forma de ser en general, soy alguien que le gusta ser como es: alguien con sus propios gustos y que no va a dejar de ser como es sólo por andar con "la masa".
Saludos,
y algunos construyen puertas..
aplausos de pie!
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